Él

Encontró las palabras exactas y la cautivó al instante. Casi como suspirándolas fue del dicho al hecho y, aunque el trecho parecía alargarse, sus ojos se encargaron de hacerlo corto. La tarde garuaba casi con alegría, pero esos ojos no hacían más que pedir sol, y expresaron sol desde su centro, sol hasta su sonrisa. Comenzaron a quererse con las luvias de Noviembre, conversando, simplemente, de esas cosas sinceras que no puede entender la mayoría de la gente. Se soltaron en un abrazo y se siguieron liberando en los restantes, dando lugar a los besos que continuaron alimentando su arte. La noche siguió garuando, salpicándola de recuerdos de ésa tarde, completando de sonrisas su corazón, con ésos soles de luvia, alimento del deseo, atrapantes, sin misterio, simplemente dignos de su dueño.

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