Es curioso ver como dos partes forman tan solo una cosa que puede, a su vez, ser muchas…

¿Y si separáramos a nuestra parte consiente de la inconsciente?
¿Y si tuviéramos la posibilidad de hacer que nuestro cuerpo se divida entre estas partes?
¿Qué pasaría si de golpe nuestro cuerpo se clonara y se llevara consigo a nuestra parte consiente, dejándonos a nuestra parte inconsciente con nuestro cuerpo?

Seguramente, e inconscientemente, nuestro cuerpo se sentiría libre de obligaciones, inhibiciones y preocupaciones, algo de lo que por lo general se ocupa la parte consiente. Expulsaría eructos y pedos a diestra y siniestra, pero no dejaría de respirar (el inconsciente es inconsciente pero no boludo). Amaría sin tapujos y se reiría sin vergüenza. Se animaría a decir y hacer tantas cosas que el consiente siempre le niega… Jugaría con las volteretas que da un mundo patas arriba, mientras dibuja y escurre una sonrisa en la luna. No buscaría escapar, porque ya sería libre…

Pero, ¿que pasaría con nuestra parte consiente sin una parte inconsciente por la cual velar? Iría a trabajar, dormiría ocho horas, cocinaría la ración justa, y a la hora de hacer “nada”, extrañaría sin dudas a su inconsciente.
Tomaría un café con menos cantidad de azúcar y sin ver distraídamente como grano a grano caen dentro de la taza. Revolvería ese café contando cuantas vueltas dio esa cuchara. No pensaría en lo que podría hacer mañana, sino en lo que debe hacer mañana… Lo más triste de todo es que no podría soñar... No podría amar con locura ni sanamente, no reconocería la caricia de un ser amado, y como consecuencia, quedaría aislado. Como es consiente, y esta pendiente de cumplir con todo lo no inconsciente, buscaría la forma de escapar: buscaría a su inconsciente.

Debemos ser consientes de que necesitamos a nuestro inconsciente para estar totalmente consientes. Soñar es necesario, y amar es prioritario. Obligarse a responsabilizarse es vital, pero obligarse a dispersarse es primordial.
Éstas dos partes forman a una: nosotros mismos, “el YO”, pero a su vez, contando con ambas, podemos armar muchas.

LA MÁS LINDA DEL MUNDO





Yo estoy acá todos los días. Nadie me ve. Soy parte de éste lugar y nadie lo sabe.
Me siento pisoteada, usada, desvalorizada, fea, aburrida e ignorada… Pero hoy, por una de esas casualidades de la vida, alguien se detuvo a mirarme. Como siempre, yo creí que se había detenido a mirar otra cosa, pero para mi sorpresa, hizo un gesto con la mano, sonrió, me saludó, y me siguió mirando hasta que lo perdí de vista.
Un par de horas después, lo vi volver con un morral cruzando su hombro. Me tomó entre sus manos y me hizo sentir la más linda del mundo… y mediante caricias de color, afirmo ese sentimiento y se recostó a mi lado mirando el cielo.
Después de un rato, sacó una seda de su morral y me cubrió con ella. Volvió a tomarme entre sus manos, pero ésta vez me depositó en otras, donde al mirar hacia arriba, pude ver la sonrisa más tierna…
En fin: yo me sentía pisoteada, usada, desvalorizada, fea, aburrida e ignorada, y terminé siendo la piedra más linda del mundo.





FIN






Ayuburí, Patricia Zelarayán